Con la llegada de las TICs a nuestro día a día vivimos un cambio de paradigma tanto desde un punto de vista formativo e informativo como a nivel social y relacional. Acompañándolo aparece uno de los aspectos que más preocupa en la población: cómo la convivencia con los viodeojuegos afecta a los cerebros en desarrollo.
En este sentido tenemos que saber que los videojuegos, no estando exentos de peligros, ayudan a desarrollar destrezas, habilidades, rehabilitar capacidades y favorecer determinados aprendizajes. De ahí la polémica, ¿merece la pena el riesgo a la adicción?
Profundizando un poco en este tema es interesante conocer cuáles son los beneficios generales que podemos extraer del empleo (responsable) de los videojuegos:
- Pueden significar un recurso didáctico muy potente para aumentar la motivación de los niños y niñas en un entorno escolar que, en general, se caracteriza por la “actitud pasiva” del alumnado.
- Favorecen la estimulación sensorial.
- Pueden mejorar y promover el razonamiento de una manera interactiva.
- Ayudan a mejorar las capacidades de retención, coordinación visomanual y la memoria.
- Mejoran la atención y la curiosidad, así como la creatividad y el pensamiento divergente.
- Pueden facilitar la interacción social siendo un centro de interés común a todas las edades.
Es importante tener en cuenta que todas estas ventajas dependerán del tipo de videojuegos a los que se esté dedicando el tiempo de ocio. No con todos se adquieren beneficios.
Por el contrario, también debemos reflexionar sobre los perjuicios de este modo de entretenimiento que, en general, siempre tendrán su base en un empleo inadecuado, excesivo o descontrolado.
La preocupación más significativa a nivel poblacional con respeto a los videojuegos es la adicción. En general, la hiperestimulación (luces, sonidos, cambio continuo, movimiento…), el reforzamiento inmediato y la tendencia a la evasión dotan a los videojuegos de un gran potencial aditivo.
Otros peligros también son: la afectación del sueño, el empobrecimiento de las habilidades relacionales por detrimento de la vida social en un contexto externo real (no digital), la reestructuración cerebral (favoreciendo una atención multitarea que perjudica a la atención sostenida y a la concentración) y el acceso a contenidos peligrosos.
Sin embargo, debemos recalcar que estos perjuicios son consecuencia de un empleo abusivo, inadecuado o descontrolado. La mayor parte de los peligros podemos solucionarlos educando a la infancia en una gestión idónea del tiempo de ocio y de la tecnología.
Es muy importante, por ejemplo, controlar el tiempo de exposición a través de un horario regulado, preferiblemente en el fin de semana, que no supere las 2 horas diarias.
Además no debemos emplear los videojuegos como recompensa o castigo, ya que favorecemos el potencial aditivo.
Finalmente, es fundamental que las familias estén al tanto del tipo de juegos a los que sus hijos e hijas tienen acceso. Existe un porcentaje altísimo de menores de edad, con un cerebro que aún no distingue adecuadamente fantasía de realidad, jugando a videojuegos con un alto contenido violento y/o sexual, clasificados para mayores de 18 años. Es responsabilidad de los padres/madres o tutores legales supervisar el uso y acceso a este tipo de material.
Nuestro consejo… jugad con vuestros hijos/as, tanto a videojuegos como a juegos de mesa, a haceros cosquillas, a las adivinanzas, a hablar… a lo que queráis!. Esta es la mejor manera de conocerlos y protegerlos.
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