El término motivación proviene de la palabra latina “movere” que significa moverse, poner en movimiento o estar listo/a para la acción. Si lo aplicamos al aprendizaje podemos decir que una persona que quiere aprender lo logra con mayor facilidad que otra que no quiere o a la que le es indiferente.
Esta motivación a la que nos referimos la puede generar la persona espontáneamente o puede ser inducida de manera externa. Hablaríamos de motivación intrínseca y extrínseca respectivamente.
La motivación intrínseca nos produce satisfacción al realizar una tarea o conducta, mientras que en la motivación extrínseca lo que nos motiva es el beneficio obtenido como resultado de desempeñarla.
Podemos influir en la motivación cara el aprendizaje de nuestros alumnos o hijos a través de nuestra actitud, suscitando interés, dirigiendo el esfuerzo y marcando objetivos ajustados a su potencial de aprendizaje. Actitudes como mantener una actitud positiva y un ambiente agradable, estimular la curiosidad a partir de los conocimientos previos o ser capaces de orientar su atención, hará que estén más motivados antes de abordar un aprendizaje.
Para mantener la motivación durante el aprendizaje es imprescindible utilizar ejemplos, emplear un lenguaje familiar, introducir actividades cooperativas, mostrar la aplicación del aprendizaje y orientar para superar aquellas dificultades que se puedan ir encontrando.
Tras la realización de las tareas es importante que se valoren de manera constructiva, evitando en la medida de lo posible dar simples calificaciones y explicando personalmente los detalles con el objetivo de incrementar la confianza en la consecución de nuevos objetivos.
Si logramos desarrollar una actitud positiva fruto de la motivación, esta se convertirá en un facilitador del aprendizaje.
Silvia Barreiro Mariño
Psicopedagoga
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