Funciones ejecutivas

Cuando una familia se plantea tener otro hijo/a, lo hace con la intención de enriquecer las relaciones, de ofrecerle experiencias satisfactorias al hijo/a que ya tienen y también al que se incorporará y otras razones que siempre son para mejorar y  aportar. Todos deseamos una familia donde primen las buenas relaciones entre sus miembros y los conflictos (sobre todo entre los hijos/as) se viven con frustración, culpabilidad y sufrimiento. Sin embargo a veces resulta complicado que no aparezcan los  indeseados  celos o que la relación entre los hermanos no se  convierta en tóxica e insatisfactoria.

Antes del nacimiento de un hermano o hermana hay determinadas actuaciones que podemos llevar a cabo para “preparar el terreno”, ya que con frecuencia lo que encontramos son hermanos mayores con muchas obligaciones por ser los mayores y pocas ventajas. Los conflictos generalmente vienen provocados porque los progenitores focalizan la atención en el nuevo miembro de la familia y esperan que su hermano lo trate del mismo modo. Es interesante y muy recomendable establecer jerarquía entre los hermanos, para que desde su posición de hermanos mayores protejan a los pequeños por voluntad propia. Algunos de los beneficios que pueden tener estarían relacionados con la hora de ir a dormir, recuperando así también un tiempo que puede pasar solo con los padres, darle las llaves de la casa, hacerle encargos que supongan un cierto nivel de responsabilidades, asignarle una paga semanal o sentarse en el lugar del copiloto cuando viajamos en coche, por ejemplo.

Cuando entre dos o más hermanos/as existe una relación de rivalidad pueden darse tres situaciones que exigen actuaciones diferentes:

–      El hermano/a mayor somete al pequeño: En este conflicto el hermano mayor busca posicionarse y puede tener solución si lo dotamos de privilegios de acuerdo a una jerarquía y se dejamos de atenderlo en el momento del conflicto y dirigimos la atención al pequeño. Esto iría acompañado de una reestructuración de la situación, explicándole que le vamos a dar un espacio para que se tranquilice porque comprendemos que no es fácil gestionar esa situación.

–      El hermano pequeño somete al mayor: Este conflicto se da cuando el hermano/a mayor es más  sumiso/a o tiene más  labilidad emocional. La actuación tiene que ir dirigida a  empoderar al mayor para que aprenda a poner límites y a hacerse cargo de sus emociones.

–      Los dos hermanos/as están en una posición de igualdad: Si los dos hermanos/as tienen el mismo poder y no hay abuso los padres suelen tomar el papel de juez. La propuesta es salir de ese triángulo y hacer una propuesta de  reestructuración de la situación exponiendo que confiamos totalmente en que saben resolver ellos solos esa situación, que esas peleas son  sanas entre hermanos y que los preparan para la vida adulta, además suelen durar poco y  olvidarse rápido. Salimos del espacio de la discusión o derivamos la misma a la otra estancia y evitamos intervenir si no es preciso.

Normalmente utilizamos estas estrategias de manera inconsciente y el sistema familiar se adapta paulatinamente a los cambios introducidos, pero hay ocasiones en que por circunstancias la convivencia se complica y existe sufrimiento por alguna de las partes. Si este es el caso recomendamos acudir a un especialista para que podáis expresar el problema, los sentimientos que produce y buscar la solución o recibir las pautas que provoquen un cambio positivo.

Silvia Barreiro Mariño

Licenciada en Psicopedagoxía

No hay respuestas

Deje su comentario